Comenzó como un acto de curiosidad limítrofe. También porque le pareció muy atractiva como mujer, pero algo le excitaba más: el engaño, el artificio, la escenificación. La desfachatez de presumir en plena calle unos senos fabricados, cubiertos por una ventilada red negra. El impúdico maquillaje que lograba facciones impresionantes. El aglutinado botox que regalaba una sensación de explosión labial. La forma de parar las sobrenaturales nalgas, logro de la cirugía estética, fabulosos implantes de ciencia ficción.
Lo tomó de la mano y lo subió por las oxidadas escaleras. Sólo recuerda el sillón donde le bajó el pantalón y comenzó a succionar su pene de una forma no experimentada antes. La fuerza tal vez; la combinación de labios y lengua o el paseo bien calculado entre el cuerpo y el glande. El ritmo probablemente; la sapiencia de dónde detenerse y acariciar suavemente con la lengua o tragarlo completo aplicando rapidez y energía.
El sentimiento de culpa versus el deseo de violar su propio límite y los principios en los que creía. No hay mejor caso en que aplique la palabra "creía" pues sólo "creía" que esos eran sus principios como aquél que cree en la salvación ultraterrenal, en la bondad humana, en la honestidad de la izquierda, en la reivindicación de la derecha o en los reyes magos. En resumen lo excitó sobre todo su comportamiento anormal, lejanísimo de su propio paradigma.
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No pasó mucho tiempo para que el morbo científico-calenturiento lo llevara a repetir la experiencia. Eso sí, necesitó al principio fuertes dosis de alcohol para lograr aturdir a Papá vigilante interior y correr enfurecido hacia papá disfrazado de mamá.
Comprobó de nuevo la habilidad oral de la personalidad en turno. Añadió la emoción de conducir mientras le trabajaban. La policía y los conductores de los autos vecinos colaboraron todos al impetuoso acumulamiento de sangre en los conductos. El adormecimiento nervioso que produjo el alcohol tuvo poco que hacer ante la peluca rubia enchinada, los pupilentes verdes y la sonoridad gutural y obstruida de una voz que sin lograrlo intentaba adelgazarse. -¿Así papi?
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Con el tiempo no necesitó más que un poco de alcohol. Se engolosinó con la idea escandalosa de levantar a la "chica", el miedo de entrar en la calle oscura, contactar al dealer y comprar la dosis de esa noche. Pagar por la habitación al portero con idéntica cara en todos lados sin atisbo de juicio. La lata de coca para fumar la coca. Se endurecía desde que bajaban del auto y ella lo guiaba a la habitación: a veces 2x2; a veces rimbombante, mientras él observaba la mini a media nalga, el short que más bien parecía cinturón o el pantalón hundido a fondo. El asombro ante lo formidable de un culo agigantado y de unos senos a reventar.
Pelucas de 100 colores; nalgas rígidas, golosas e inmensas, maquillaje teatral, botox en labios sumamente eficaces, bufandas de peluche y lencería barata. Engaño, escándalo, música abombonada, límites violados. Relajamiento garantizado. Sonrisa matutina de satisfacción al prepararte para el trabajo. Afeitada refrescante; coqueteo leve al espejo, ni que fueras puto. El cabello bien peinado, el traje limpio y la loción que más te gusta. Vámonos.
