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lunes, marzo 22, 2010

Sobre un parche para tarola

Me visitó Rodrigo en la noche. Ensayo de banda en PicaPica. Unos timbales muy ruidosos al fondo. Conversamos en la cocina; como siempre, plática inteligente, sensible, franca, cariñosa.

Me había dicho que me tenía un regalo, no imaginé qué era. Más bien me imaginé que era algún souvenir atrasado de sus extravagantes viajes, pero no.

Antes de declarar el regalo, contextualizaré a mi querido lector sobre esta onda.

Conocí a Rodrigo en la secundaria, cuando tenía yo alrededor de 13 años. Me parece que fue en segundo grado cuando, junto con otro amigo-hermano, Miguel Robledo, comenzamos a aficionarnos a la batería. Fantaseábamos con tocarla, comprábamos revistas, escuchábamos discos, tomamos clases y entre esas actividades de nuevos amantes del tambor, asistimos a una clínicas gratuitas sobre el instrumento que por esos días se daban en la Casa del Lago, en la escuela de Yamaha al sur o bien, en TopMusic, en el centro.

En la adolescencia las amistades son, en realidad, hermandades. Lazo duro para afianzarse al mundo.

En aquellos días no había ni la mitad... vaya ni una décima parte de los conciertos y tocadas que hoy se organizan, así que esa era una de las pocas oportunidades de escuchar a un baterista tocando en vivo.

Otra de las cosas buenas de las clínicas es que siempre obteníamos regalos: catálogos que surtirían nuestras paredes de bonitas fotos; playeras que usaríamos al tocar, cuando por fin pudiéramos comprar una batería y PARCHES para los tambores.

En alguna de esas clínicas, nos regalaron a los tres un parche para tarola de marca Ludwig. Fue, literalmente, un tesoro. Me acuerdo cómo pasamos horas mirándolos, fantaseando, disfrutándolos.

El mío lo usé en cuanto tuve mi primer bataca: una princess hermosa, viejita viejita, sonoooooora y deliciosa.

No recuerdo cuándo ni como el parche pasó a mejor vida, pero sí me acuerdo perfecto que me dio horas y horas de diversión y madrazos.

Rodrigo conservó el suyo y 18 años después me lo trajo como regalo.

Creo que la batería está ligada de una forma mágica al audio y a la producción. Muchos de los inges a quienes admiro y con quienes trabajo y me enseñan tienen su pasado en el tambor: Luis Felipe, Mintel, Rosanoff... y bueno, Chucho no fue baterista, pero fue bajista que es de la familia.

Amo el tambor, estoy enamorado de las bases consistentes, del groove macizo y conciso.

A mi Rod lo abrazo, lo quiero. Le agradezco su presencia y su amistad constante como el groove.

miércoles, marzo 17, 2010

chamomile de regreso

Ayer tocó chamomile en el Imperial, todo salió a pedir de boca y las condiciones positivas se fueron sumando una a una durante el proceso de llegar a esa noche.

Primero parecía todo caótico; poco tiempo, nada armado para presentar pero sí muchas ganas, así que sabiendo que trabajamos mejor bajo presión, decidimos solicitar la fecha y nos dieron un martes.

Habiendo tocado antes en el imperial en 3 ocasiones, jamás en martes, podría pensarse que no nos gustaría el trato; sin embargo sabemos que ausentarse del escenario durante un año tiene su costo y que ahora tenemos que ganarnos de nuevo un lugar.

La primera vez que tocamos en el imperial nos jaló el señor mandril para abrirles una fecha en viernes. Muy buena tocada, calculo que 50% de la gente que asistió fueron invitados nuestros. La segunda vez nos invito Hugo Chávez que tocaba el bajo con nosotros por esos días. Fue un intercambio pues su banda no podía ir a tocar, tons metió a la chamomile. Me parece que fue un jueves y la repartición de invitados fue también equitativa. En la tercera ocasión fueron los PilaSeca quienes nos invitaron a tocar en un sábado. Me atrevo a decir que la mayoría de la gente fueron invitados nuestros puesto que mi hermana y yo hemos estado en muchas de las tocadas de Pilaseca en el DF y no suelen tener llenos los lugares, aquí la gente todavía los conoce poco, aunque son notables los esfuerzos de DosAbejas, la productora que los mueve. Eso, al menos hace un año que fue cuando tocamos. Los ingresos se los cedimos completos a los Pilasecos (excepto por los sueldos de los músicos que nos acompañaron esa vez) porque ellos tienen que viajar para tocar acá; llegamos a un acuerdo de que nos invitarían a tocar a San Miguel de Allende (en donde radican) y ellos cederían las ganancias. Esa fecha todavía no llega, pero cuando haya oportunidad, nos encargaremos de recordarles :P

Así nos despedimos de los escenarios momentáneamente hace un año. Hoy que regresamos, como dije, hay que ganar los espacios de nuevo.

Tocar en martes ya de por sí suena difícil. Que la gente asista se vuelve complicado por los trabajos y las obligaciones de cada quien, es por eso que se sabe de antemano que no ganarás mucho dinero ese día.

Como buen antro que es, el Imperial se protege con el 50% de las entradas. Me parece muy respetable porque es (casi) el único lugar con un nivel profesional que permite que las bandas nuevas se presenten. Tienen de los mejores backline que he visto (marshall, fender, yamaha... todo bonito!); poder de amplificación respetable, agradable y potente, instalaciones lindas, público cautivo (más pegados al fin de semana) y lo mejor: CÁTERIN decente para los grupos y un mesero designado al que no hay que estarle rogando para que te surta las chelas que el lugar te da. Ya en tocadas de fin de semana se pone más chido porque abren el camerino y te rolan los redbull y la botella de lo que quieras.

En fin, nuestra primera experiencia Imperial tocando en martes no dejó qué desear. En esta tocada sí me atrevo a afirmar que nosotros llevamos al 80% de los asistentes. La banda con la que alternamos no llevó invitados, no abrió evento en facebook, no hizo flyer, en fin, sinceramente siento que descuidaron su presentación en ese lugar. Como mencioné, martes es el día más difícil. Yo no salgo a fiestear en martes, el menos. Parecerían pocos, pero más o menos 60 personas es buen logro. Sé que los cuates querían tocada de chamomile en fin de semana y sí; hace falta más fiesta.

De haber sabido esto, hubiéramos negociado un mejor porcentaje para nosotros, peroooooo: eso debe tratarse antes y en esta ocasión, reitero, estamos en la idea de ganarnos lugar y esto se logra con humildad y chamba.

Las condiciones que parecían malas, se fueron convirtiendo en buenas: que hubiera poca gente permitió que nos sintiéramos más tranquilos y no cagarla. Puros cuates cercanos nos liberó la tensión y pudimos tocar a gusto. Fuimos banda abridora lo que nos permitió dar más fuerte impresión y agarrar con buen ánimo todavía a la gente. Muchos se fueron en cuanto terminamos de tocar porque debían trabajar al día siguiente.

La otra banda no tuvo tan buena respuesta por la hora, la mayoría de la gente se había ido y porque sinceramente, el imperial no es antro de jazz suavecito. Ellos tocaron muy bien, pero no creo que haya sido el mejor contexto.

El mejor apredizaje de esta tocada fue que lo mejor es resolver todo entre mi hermana y yo quienes somos los que tenemos el proyecto.

Itzam y Dan (bajo y batería respectivamente) nos hicieron la peor jugada del mundo: decir que sí pueden, mantenernos una semana así para al final, el último día, cagarse en los calzones y no asistir al ensayo. Lo bueno es que lo presentíamos (no es la primera vez que lo hacen) y nos pusimos a sacarlo todo entre nosotros.

Estación Jamaica (sección rítmica) echó el palomazo en Un Paso Más. se disfrutó mucho, sin obligaciones, sólo por el placer y porque nos queremos. Negrito Man Roots, o sea, Uri, se quedó en el escenario con nosotros para 4 canciones más, tiene un talento hermoso y es un querido hermanito. Su voz y su sonrisa nos elevó el corazón.

Vimos amigos que hacía mucho tiempo no teníamos el gusto (tenemos que tocar pa que vayan a vernos, jeje) y otros que vemos casi a diario y nos llena de placer que nos acompañen. Amigos que apoyan con cariño, como Mintel quien además de darnos asesoría general CONSTANTE, ese día tomó fotos, se peleó con el valet parking (jajaja) y nos ayudó con la llevadera de gente. Arturo que grabó video con la cámara web para pasarlo después por youtube o algo así... Algunos amigos que nunca nos habían visto tocar... o sease, surtidito.

Ya extrañaba estar tocando. Además la casa PicaPica sufrió una serie de transformaciones dramáticas y muchas muy convenientes, los ensayos creo quedarán más chidos. Transmitiremos por internet con una camarita web a los que quieran exponer sus ensayos y se va a poner bien weno.

Ya hace falta fiesta en FIN DE SEMANAAA!

miércoles, marzo 10, 2010

Maíz

En medio de centenares de personas pasando segundo a segundo por la ya de por sí estrecha acera de Avenida Ricarte y que se acorta más gracias a dos parabuses y vendedores ambulantes que cubren toda la banqueta, había yo visto un puesto nuevo donde venden quesadillas y gorditas.

Ahí me senté a desayunar hoy (12:00 pm hora estándar). No lo había hecho antes porque acostumbro, en esa zona, otro puesto que está más adelante donde tienen una salsa de molcajete muy buena y además porque sentía ese lugar algo incómodo. Es verdad cuando digo que centenares de personas pasan segundo a segundo; no es hipérbole, es literal.

Mientras esperaba mi huarache, captó mi atención la manera en que la mujer preparaba el alimento. Paciencia para que la masa adoptara la forma esperada; caricias para que estuviera suavecita. Aplicación al fuego con precisión; que no se queme pero que se tueste bien y que conserve suavidad al interior.

Captó mi atención porque no era una preparación normal como estamos acostumbrados en el DF, apurada, con prisas por la demanda. La mujer preparó mi huarache (y posteriormente una gordita de chicharrón con queso) con tranquilidad y cariño hacia la masa. Me sentí inmerso en un ritual cotidiano.

¿Por qué no sentimos respeto por esas raíces? Al menos una actitud de sorpresa y veneración ante costumbres y ritmos diferentes a nosotros, occidentalizados. Vemos documentales sobre la vida de los indios (de la India) o los africanos y nos parecen maravillosos pero junto a nosotros tenemos un pueblo que vive más cercano a la tierra, al maíz, a la naturaleza, con un andar tranquilo y pausado, y pocas veces apreciamos su encanto.

Calificación para la gordita: 9; sigo prefiriendo la salsa molcajeteada y picosísima del puesto anterior.