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lunes, junio 22, 2009

Love as a phone

La ausencia de una llamada lo desesperaba. Necesitaba escucharla, sentir que ella pensaba en él, que quería verlo, que en realidad le preocupaba.

Dejó el teléfono encendido durante varios días sin obtener lo que anhelaba. Le rezaba, le lloraba, le exigía, le pedía humildemente, se serenaba, se enojaba. La desesperación era terrible. El teléfono no satisfaría su capricho en esta ocasión.

Pensaba y repensaba los motivos; la justificaba, la condenaba, la perdonaba, la culpaba, la maldecía y la bendecía; se decidía a no buscarla más, se frenaba las ganas de salir a las 3 am a buscarla. No le importaba si la volvía a ver con otro. Vacuna de ego con tal de salvar al mismo.

Se consolaba con el recuerdo de un amor bello, deseaba dar electrochoques al cuerpo putrefacto ya de un amor fenecido. Negaba su muerte; se juraba que seguía vivo como cuando alguien pierde a un hijo o una pierna.

La vibración producida por el paso de un camión lejano le provocó sobresalto y luego coraje. El teléfono le jugaba una broma con su movimiento ficticio. No le regalaba esa vibración que prometía su llamada.

Sin crédito, no podía seguir provocándola con mensajes venenosos. Estaba solo con su ego y la ponzoña no transitaría fuera.

El muerto no reviviría; continuaría su descomposición natural y con el tiempo todos lo recordarían con cariño. Algunos seguirían sintiendo su profunda ausencia, otros más se repondrían luego de meses y los demás no pensarían en él pasado ese día -fue un buen amor- dirían -sí, caray-.

Batería agotada. Un bip electrocardiogramático idéntico al de hospital de serie gringa definía el estado: no más energía. Muerte declarada a las 4:50 am. Sepultura en el inmenso mar de un vaso de agua, como siempre lo quiso.

1 comentario:

Jacka [Killer Queen] dijo...

Vertiginoso, me ha encantado. En verdad me ha gustado muchísimo.