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sábado, octubre 03, 2009

agandalle

Siempre me ha parecido de mal gusto, gandalla, y descortés que una mujer manipule a su macho a actuar con toda la agresividad que ella siente pero que no puede sacar por haberse impuesto desde niña las reglas de sociedad de una mujer decente.

A lo largo de mi vida he tenido varios encuentros con “el novio” de las chicas que en su momento, ocupaban mi cabeza. Repasemos los que regresan a la memoria por ahora.

María Fernanda. Al día siguiente que yo fui a dejarle unas rosas a su casa. Yo tenía como 17 años. Sucedió cuando pasé “casualmente” caminando fuera de su casa. Encontré al novio a su puerta, acomodándole tremendos besos y, por si no fuera suficiente, se atrevió a agandallarme. No hubo golpes, pero sí me pidió violentamente que me alejara de su posesión, es decir, su novia. Mi edad contribuyó a que el hecho me pareciera más fatal de lo que era; además el tipo era fuerte y con cara tipo Luis Miguel y eso me cagaba los huevos. Recuerdo que Fernanda me veía con cierto resentimiento también, ¿por qué? Yo sólo le había regalado flores y escrito una cartita diciéndole -seguramente- cosas hermosas (siempre se me dio ser buen piropeador).

Desconocida. Luego de esa experiencia, lo más similar que sucedió fue que se me acercó una persona, me dijo algunas palabras cortas, entre las que recuerdo algo así como “para que la dejes en paz”, y quiso golpearme; pero, aunque su aspecto era intimidante, su técnica era mala y terminé yo orillándolo a un auto cercano. Se fue caminando igual a como llegó.

Itzihuari. El galán papanatas me sacó de mi salón, parecía violento pero sólo habló conmigo. Más bien la que habló constantemente fue itzihuari. Ella me solicitó que no la volviera a buscar, que no le llamara o me apareciera fuera de su casa. No recuerdo si sí hubo golpes, pero el muchacho iba dispuesto a todo, eso sí lo recuerdo. No recuerdo su aspecto ni otro detalle.

Lo que me pareció excesivo en este caso fue el que se presentaran en mi salón y me sacaran de clase. No era el CCH, no era la secu, no; era la Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, CU, Curso Superior de Español con mi amada Fulvia, carajo.

Mariana Padilla. Inolvidable porque además, no fue sólo una vez, sino dos o tres. La más memorable, sin duda, aquella en que fui a buscarla a su casa luego de uno o dos años de no verla. Toqué el timbre, nadie salía. Se apagaron algunas luces. Toqué de nuevo y ahora sí, salió el buen José; corpulento, alto y con su cara de ser muy “bueno”. De esos tipos que son taaaan buenos, que pasan al territorio de los tetos. Ese tipo de personas no me cae mal, he de decirlo.

Regresemos. El buen pepe salió de casa de Marianita bastante violentado; yo, a causa de los nervios ¡comencé a reír! Pero me seguía dando coraje no ver a Mariana; después de todo, en aquella ocasión mi aparición había sido legal, clara y transaparente; no como otras en que sinceramente, fui absolutamente acosador o stalker como dicen los chavos.

Intenté relajarme y comencé a hacerle comentarios como “Pepe, relájate [el poder chingativo de esa palabra cuando alguien está encabronado me fascina; adquiere más fuerza si uno da dos palmaditas en la pierna o en el lomo del adversario], mira nada más, hasta más gordo te pusiste. Ya métete, no hagas el ridículo”. Cosas así que hacían que su cara enrojeciera: primero por coraje; luego, sinceramente, reía conmigo y no podrá negarlo.

Ana vía Gtalk. Sucedió hace unos momentos, desde que regresamos a comunicarnos un poco más constantemente, luego de 2 años de silencio absoluto, se la ha pasado mencionando a su actual novio. Puede resultar normal que eso suceda, me está dando a entender que no va a pasar nada entre nosotros de nuevo, ok. Sin embargo, me parece ya sospechoso cuando la mención es tanta y tan constante. Ya me quedó claro y no necesitas mencionarlo con esa peculiar entonación placentera.

En fin, quiero a Anel y sabe que la busco 1) porque me fascina su cadera –decimos cadera cuando en realidad, hablamos de las pompas), y 2) porque, carajo, ¡cómo reíamos! Me encanta su persona, caray.

Anel es una amiga que pensé llegaba para quedarse como parte de mi familia; no fue así. Cuando mi hijo adolescente me pregunte si al andar con su mejor amiga pueda poner en riesgo su amistad, le diré: “mijo, eso es SEGURO, y no sólo eso, probablemente después de odie”.

Pero no ¿o sí?

1 comentario:

In Rain dijo...

La verdad es que despues de leer esa serie de anecdotas, me me han venido a la mente circustancias parecidas por las que he atravezado a mis cortos 29 añioss! jajaja pero lo que mas me revolotea en la cabeza es el hecho de que consideremos a la novi@ como propiedad... somo si fuera un mueble de la casa, o los lentes que usamos al salir a la calle,,, se me hace tan absurdooo!...que en realidad me caga .. pero de la risa!