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martes, diciembre 15, 2009

Café?


café?

6 am: demasiado temprano como para sentirte caliente y aún así; encontrarte tan linda en el espejo envuelta por la toalla oscura despertó algo.

Te gustó. Disfrutaste tus senos y los encontraste jugosos, carnosos, delicados y disfrutables. Juntabas tus hombros mientras sonreías al espejo con picardía. Qué bonitos labios, en verdad. Qué profundidad en la mirada, dios. Qué pendejo el ex.

Imaginabas recibir así al proveedor de pan dulce que siempre en las mañanas te miraba con lujuria sin importar en qué fachas llegaras al trabajo. Don torito calientón, qué guapo debió haber sido de joven. Hoy se llevaría ese regalo que le propiciaría una muy agradable erección matutina y luego continuaría su recorrido con ímpetu renovado. Tú a cambio tomarías una concha blanca de las que te gustan o a lo mejor uno con relleno.

Más tarde recibirías al plomero para indicarle cuál llave estaba descompuesta -mírele bien allí abajo- y levantarías tu falda para mostrarle las piernas torneadas y fuertes que, sabías, él adoraba más o menos en secreto. Dejarías que los ojos del trabajador se soslayaran a placer, que recorrieran si lo deseaban el camino que hay entre tu pantorrilla y tu húmeda vagina. Si corría con suerte y sabía ser paciente, se deleitaría observando los labios antojadizos. Incluso estabas dispuesta a ofrecerle un poquito del calor que emanaba de ellos si no se comportaba como un animal.

Control.

Luego airosa, lo despedirías dejándolo firme y confundido, sin saber cómo reaccionar y sin tiempo para razonarlo; –buenos días bruno, salúdame a tu esposa- dirías profesional y cálida a la vez. Qué elegancia de mujer, piensas.

Regresarías a tu sillón favorito, tomarías ese acolchonado cojín y lo pondrías entre tus piernas para sentir lo suave del terciopelo acariciarte. Qué ganas de abandonarte y concentrarte en la sensación con el frío de la mañana y la calidez de ese sillón. En cuclillas podías observar por la ventana del café y sonreías a los guapos que pasaban por la avenida al tiempo que seguías disfrutando ese masaje suave en tu entrepierna. También sonreías a las guapas que son siempre más coquetas y saben vestir bien.

Así serás descubierta por el primer cliente pero eso no te apenará. Sin sobresalto, te pondrás de pié dejando salir poco a poco el cojín que aún abrigabas bajo la falda. Sabiéndote descubierta pero sin explicitar lo ocurrido, te dirijirás a atender al parroquiano. Situación adecuada para continuar con tu placer.

Llegarás a la mesa y habiendo desabotonado dos niveles más tu blusa, te recargarás sobre la mesa y saludarás juntando los brazos para destacar tus senos que merecen ser acariciados y besados por alguien que sacie toda su hambre en ellos.

¿Descaro? 
Sí, ¿por qué no? Hay pocas oportunidades. 
Un -¿quieres LECHE?- Resonó en las 4 paredes de la cafetería irrumpiendo el silencio sagrado y la paz de la mañana. Solamente un estupefacto “sí” alcanzó a emitir nuestra emocionada visita. –No te preocupes- dices al momento que tocas su brazo suavemente y jugueteas con su vello, -en un minutito te la traigo- dices, y una sonrisa grande te acompaña a la cocina. También te acompaña una mirada clavada en la redondez de tus preciosas nalgas.

Nuestro buen amigo para estas alturas ha ganado cualquier batalla. Hoy no va a necesitar mentarle su pinche madre al coche de junto ni demostrarle a su broder del trabajo que a él le sale mejor (lo que sea). Ya no tiene competencia.

Después de todo, contribuyes al bienestar general con ese culito hermoso.
_____

Doblas cuidadosamente la toalla y  la colocas en su sitio. Decidiste usar la tanga roja que lamentablemente hoy nadie arrancará y un liguero que irás disfrutando poco a poco como un pastel al que le vas dando mordiditas a lo largo del día.

6:45 am, hora del café.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenos días! quieres café?