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martes, julio 26, 2011

pura imaginación



Te llevo hacia la pared, te beso; al inicio te niegas, pero poco a poco dejas la sensación fluir hasta inundarte; sientes mi sangre y mi corazón palpitante por ti. Lo deseas, pero no debiera suceder. Mi insistencia derrumba tus defensas y ahora nuestros labios, nuestra piel, los ojos se unen.

Has cedido por completo y ahora tú besas mis labios como exigiendo... como queriendo obtener la savia prometida. Busco con mi boca por tu cuello y encuentro: una dulzura que se rinde y, serena, explota. Mi beso curioso desciende por entre las franjas de tu playera...

Los labios se encuentran ante la aspereza de la tela y la suavidad de tu piel que transpira. Sientes el roce de mi saliva casi atravesando las franjas. Acaricias mi cabello como a el de un bebé.

Hablamos aquí de reacciones químicas. Los ingredientes para la alquimia son tela, sudor, piel y saliva. Roce, beso, transpiración. Generación espontánea de libertad y devoción.

Las caricias provienen de la conciencia del cuerpo. Hace tiempo no pensamos más en limitantes, mucho menos ahora sobre el impulso de entregarnos. La mirada está comprometida y el cuerpo decidido. Sabe lo que quiere y conserva perfecto control en cada movimiento de cadera, brazos, manos, bocas.

Estoy sobre ti, y tu mirada se fija en el techo, perdida en la sensación. Risa involuntaria: encuentras sentido cuando sabes que mi sangre está acumulándose, acumulándose, acumulándose…

Ahora tú eres mi guía. Estás arriba.

Tu mirada se acompaña de una hermosa sonrisa y tus piernas me envuelven con una caricia suave y firme a veces.

Tu pie juguetea en mi muslo, la mirada se pierde cuando tu cadera busca ampliamente los sitios donde la humedad se expanda.

Pasas tiempo acariciándo.nos cuando encuentras esos lugares.

Humedad busca humedad. Mis labios son los que provocan ahora esa sonrisa peculiar.

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