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viernes, noviembre 11, 2011

La pareja estable

(G)

Mi esposo me brinda estabilidad, comfort y seguridad. El respeto ha sido base de nuestra relación desde el primer día. Hemos vivido todas las historias imaginadas, primero solos, enamorados; y luego con los niños, disfrutando ambos el estar forjando una familia con amor. Tengo más consciencia de mí misma estando con él que sin él. Soy más 'nosotros' que 'mi nombre'. Con nadie como con él comparto de la misma forma cosas que me definen, por ejemplo, el sexo con él propicia que me conozca, lo conozca y conocer juntos diversas rutas al placer, a fondo. Estamos más allá del bien y del mal. Nos hemos desnudado hasta el nivel muscular; vaya, hasta la estructura ósea.

La verdad es que perdió el tacto. Sabe tocarme y sabe exactamente cómo me gusta, pero lo practica tan escasamente. Me aburre. Le aburro. Peor que eso: muchas veces me caga plenamente. No hay delicadeza. Hace tiempo mi alma dejó de buscarlo y de conectarse con él. Pocas cosas me unen a él, pero las que lo hacen son contundentes. Sobre todo, me necesita.

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(H)


Vivir juntos me develó un par de secretos que si bien preveía, hasta que los tuve enfrente me sorprendieron. Curiosamente me siento más a gusto ahora. El proceso para casi todo ha ido así: tenemos menos pero lo exprimimos mejor. Tiempo, dinero, sexo, intimidad y enamoramiento.

Ya no me puede ocultar si anda caliente por alguna otra. Yo sí, aunque me sucede muchísimo menos seguido que a él. No le puedo ocultar que cago y que sí; mis pedos apestan a veces más que los de él. Ya somos los dos quienes nos tensamos cuando viene el día de pagar la renta, el teléfono, el internet, el gas y el aseo. Se está poniendo gordo y no me gusta eso pero justo ahora se me están ocurriendo las frases exactas para que corra a inscribirse a un gimnasio. Que le quede claro: me gusta chubi, no cerdo, ¡yo sí hago ejercicio!

Invitamos a nuestros respectivos papás y hermanos a la casa. Comemos, platicamos, nos tomamos un vino o, sí se quedan más tarde y vienen contentos, prendemos un toquesín. Con los de él casi no, pero con los míos sí, porque obvio, son más chidos. Aunque a su papá lo quiero un chingo y su mamá me ha enternecido en muchas ocasiones.

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(I)


Por muchas razones escogí a mi novio. Entre ellas que supo cómo sacarme una sonrisota. Le cayó bien hasta a mi papá. Mi mamá no lo aceptaba del todo porque está medio feo (me decía) pero luego de un tiempo llegó a estimarlo mucho. Le conté cosas que a nadie y no se espantó ni se aburrió. Los besos ¡guau!, sus caricias ¡no, bueno! Su risita de entre bueno y malo... definitivamente me gustó mucho.

Pero me llama siempre y yo tengo que avisarle dónde y con quién estoy. Cuando salimos se la pasa por su lado o le aburren los lugares que yo quiero conocer. Prefiere que salgamos con amigos siempre, pero eso sí, que sean sus amigos. Los míos no tanto. Me duele la cabeza de pensarlo. En su casa ya no me quieren y la suegra se volvió pesadísima, hueva. Coge sólo 10 minutos, siempre en el mismo hotel y siempre las mismas posiciones. Chupadita (a veces me tengo que estar horas, sobre todo cuando anda pedo), me pellizca la chichis, me pone por detrás y ¡fin del episodio! Luego eso sí, me dice que me ama, me trata como princesa... o mejor dicho como si fuera su hija (weird!) y me lleva a mi casa.

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(J)

Tengo un novio en la escuela. Es chistoso, inteligente, guapo y travieso. Mi maestra lo regaña a veces pero luego lo felicita porque hace bonitos dibujos. Me roba mis sandwiches.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo quiero un (J)